lunes, 9 de mayo de 2016

Lucidez del último párrafo

¡Traidor! ¡Mentiroso! Hoy he vuelto a perder la cuenta de los días, ¿sabes? Me has engañado todo este tiempo. Esta será la última vez que te escriba entre las frías paredes que me aprisionan, ¡lo juro!

Yo era un buen estudiante. Terminé la carrera y me puse a buscar trabajo. Pobre de mí, pues la crisis me había dejado una España arruinada. Mi familia me sugirió irme al extranjero pero las cuentas no me cuadraban. Entonces, la conocí a ella; una becaria rusa en prácticas, preciosa. Sin embargo, regresó a su país, no sin antes prometerme que un día volvería a por mí. Qué ingenuo...

Pasaron los meses y la rusa no apareció. Después de aquello, empecé a frecuentar los bares. No sé cómo pasó; pero una vez me enredé en una pelea de borrachos. Pensé que a partir de ahí todo iba a cambiar, y así fue...

Terminé en este sitio. Aquí todos te miran con cara de asesino. Hay veces que hasta me contagio. A menudo me paro a reflexionar y llego a la conclusión de que voy mejorando. Hoy he descubierto quién me escribía todas esas cartas que aparecían bajo mi cama. No sé cómo no me había dado cuenta antes. Una de las cartas empezaba: “¡Traidor! ¡Mentiroso!”... y el resto ya lo sabes.

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