sábado, 9 de febrero de 2019

Amor de hijo

Ezequiel es un buen chico, tanto que ya no puede hacer nada mejor. Eso sí, quiere muchísimo a su madre. Para él, su madre es como la reina de todas las reinas, quizás porque nunca conoció a otra mujer igual. Está nervioso y ya no sabe distinguir entre sudor y lágrimas, ni entre lágrimas y escupitajos. Como balas van cayendo de sus ojos los momentos más maravillosos que vivió junto a su madre: la ferviente ceremonia de graduación en Psicología Social, la primera vez que se afeitó su mostacho de adolescente y aquel efímero verano con su familia en La Habana. Dicen que una madre lo da todo por su hijo, que daría hasta la vida, y Ezequiel lo sabe bien porque lo buscan por haber sido demasiado querido. Su corazón ha empezado a latir tan fuerte que se confunde con golpes de guantes en la puerta. Le sudan las manos, o eso es lo que siente, podrían ser lágrimas o podrían ser escupitajos por el mal olor de la bilis. Se las mira. Se las vuelve a mirar. Pegada a sus dedos de buen hijo hay un hacha vestida de sangre, la de su querida madre.

1 comentario:

  1. Estupendo relato, Enrique, el amor mal entendido o mal aplicado suele acabar así, creando personalidades patológicas, como parece que es el caso. Felicidades.
    Saludos.

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